14.11.12

Y ahora... ¿qué sigue?


“¿Y ahora qué sigue?”  Escribí en una de mis agendas entre lágrimas.
Estaba cayendo en la cuenta apenas de la decisión que había tomado hace unos meses.
Para los que no saben (que seguramente sí saben jajá.) llevo siendo porrista desde hace 7 años.
Y no “porrista” como un hobbies, porrista como prioridad.
Yo era de esas deportistas que gozaba de pronunciar la famosa frase “No puedo, tengo entrenamiento.”
Competí infinidad de veces en Nacionales, y también en el aclamado Cheerleading Worlds, el sueño de todas las porristas, donde van países de todo el mundo, los mejores porristas se subían a aquel escenario.
Para mi fortuna, también ya había podido usar un uniforme con los colores verde, blanco y rojo, portando con orgullo el nombre de México.
No quiero entrar en presunciones, pero también me encontré con la suerte de entrar a uno de los mejores equipos de mi ciudad (si no es que el mejor) campeones en absolutamente cualquier competencia a la que entrabamos.
Me jactaba de esto subiendo fotos, diciéndole al mundo que esa era yo LA PORRISTA.
Y así dediqué 7 años de mi vida, a este deporte. Y antes gimnasta rítmica también de tiempo completo.
Déjame decirte que ser porrista no sólo definía a que me dedicaba, si no también definía quién era, mi identidad.
Ya sabes yo era de las que se presentaba: “Soy Ale, y soy porrista.”
Y las personas saben que Ale es la chaparrita, la porrista.
Mi padre, aficionado al deporte, hablaba de mí como tal, se le iluminaban los ojos cada que contaba lo que hacía, con orgullo, y en cada competencia/presentación/etc., estaba en primera fila, portando una playera de mi equipo, dejando caer lagrimas de orgullo cada que yo entraba a escenario.
Encima de eso, estaba completamente entregada a mi entrenador, una de las personas que más amo y admiro en el mundo, que además también se había convertido en un gran amigo. Mis mejores amigos estaban en mi equipo, y había encontrado una nueva familia.
Te confieso, así me veía siempre, estaba tan involucrada a mi deporte, a lo que era, a este estilo de vida, que así quería estar siempre, me enorgullecía completamente de lo que era.
¿Qué pasó hace unos meses?
Me enamoré.
Me comprometí con un amor. Pero no era un amor cualquiera, era un amor que conforme me fui involucrando más, me di cuenta de que era un amor al que tenía que dedicarle más tiempo de lo imaginado, y esfuerzo también.
Entonces me vi entre la espada y la pared, porras implicaba un compromiso enorme también, porque involucraba un compromiso con otras 22 personas en mi categoría.
Nunca me ha gustado hacer las cosas a medias, si voy a hacer algo, lo voy a hacer bien.
Había intentado vivir mis dos amores sin éxito. Tenía que elegir.
“Ya no quiero ser porrista.” Dije entre lágrimas un día.
Ya había elegido. Elegí mi nuevo amor.
Amor por la vocación que había descubierto. Mi amor por la literatura.
¿Ves cómo no era tan fácil? Me había enamorado del polo completamente opuesto a mi pasión.
Pero este amor me promete muchísimo, porque además, creo que te gusta lo que escribo, y no sabes lo feliz que soy cuando me lees.
Me veo toda mi vida escribiendo, leyendo. Definitivamente había descubierto mi vocación.
Obvio, para mi costumbre, una vocación difícil, y a veces hasta poco valorada.
Si aún no entiendes qué significa esto que te platico:
Había decidido dejar la sensación de las mariposas en el estómago antes de subir a escenario, el sentirme admirada por cientos de personas cuando estaba presentando la rutina, el escalofrió particular al terminar de presentarme y ver cómo un auditorio completo se ponía de pie para aplaudirnos y gritarnos porque les había gustado lo que habíamos hecho, el sentimiento que venía después de entrenar 4 horas diarias 365 días del año al escuchar el nombre de mi equipo en seguida de la frase “Campeones Nacionales.” 
Había decidido quitarle ese brillo particular a la mirada de mi papá cuando portaba mi uniforme de porras.
Decidí renunciar a mi otra familia, y a la persona que tanto admiro.
Despedirme de mi fuente de orgullo, de tantos logros físicos que había logrado a lo largo de estos 7 años.
Pero sobretodo decidí renunciar a mi identidad, para encontrar otra.
Todo lo anterior con la frase “Quiero dejar de ser porrista.”
Me prometí dejarlo después de mi campeonato Nacional.
Te cuento que ya pasó una semana del campeonato.
Entonces fue cuando me di cuenta de que ahora sí, tenía que armarme de valor y sostener mi decisión.
Te cuento, no ha sido fácil, y llevo apenas una semana.
En una semana me he encontrado con miradas de decepción, de tristeza, y de intentos de convencerme porque no lo deje.
Pero ya está tomada la decisión, y no hay vuelta atrás.
Hoy, caí me comprometí de verdad con mi vocación.
Y creo que ya me la estoy creyendo ya que esta semana sin entrenar, no he tenido energía o motivación alguna para estar despierta, duermo prácticamente todo el día, y en la escuela sólo pienso en llegar a mi casa para dormir.
¡¿Entonces por qué #$%&@ lo voy a dejar?!
¡Ajaaaa! Porque estoy persiguiendo un nuevo sueño, una nueva identidad, una nueva fuente de orgullo.
Porque me estoy probando a mí misma.
Me impuse un nuevo reto, y quiero superarlo.
Y ahora me encuentro aquí entre lágrimas, en un café que ya se ha enfriado.
Con una de mis agendas que tiene la frase:
“¿Y ahora qué sigue?”
Llevo aquí horas y mi agenda sigue con esa frase.
Claro, lo que sigue es comenzar a tomar millones de diplomados, leer, escribir, estudiar, buscar asesorías, etc.
Pero… ¿En cuanto a mí, qué sigue?
¿Cómo tomar una nueva identidad?
Además, esta nueva identidad, también viene con otras cosas.
Me he topado con comentarios como que es muy fácil escribir, o dejar una disciplina por estar “acostada en mi sillón rascándome el ombligo” (haciendo alusión a que dejaré de hacer deporte profesionalmente para estar todo el día leyendo y escribiendo), o que esta nueva identidad hace “sentir menos” a mis seres queridos porque sólo les “recalco que soy superior por leer tanto.”, también frases como “los escritores y los muertos de hambre son sinónimos” y todas esas frases ‘motivacionales’ jajá.
Competir en la sociedad contra el estereotipo de la porrista. Y claro, el decir que era porrista incrementaba mi “atracción” a los hombres (y mujeres también) jajá.
Creo que le he dado muchísimas vueltas al asunto, pero te prometo es muy difícil.
Creo que nunca me había topado con la situación de cerrar un círculo tan importante y tan influyente para mí, para abrir uno completamente distinto y nuevo.
Sin embargo, pienso que la sabiduría también parte de saber cuando debes de despedirte.
Y mi cuerpo y mente me dicen que ya tengo que hacerlo, pero sobretodo mi corazón me lo dice.
Porque cada que abro un libro, o que comienzo a escribir, mi corazón me dice “quieres hacer esto el resto de tu vida, persíguelo.”
No cabe duda que me encantaría seguir a mis dos amores.
Sin embargo en el amor la poligamia siempre termina marchándose.
¿Por qué te escribo hoy esto?
Por lo siguiente:
¿Cuántas veces hemos renunciado a sueños, a nuestra vocación, por lo que la sociedad nos dicta, por nuestro miedo de cometer un error?
¿Cuántas veces hemos decidido quedarnos en este estado de confort por miedo?
Te confieso, me estoy mentalmente preparando para enfrentarme sola a mis seres queridos, a la sociedad que me conoce, a las dificultades.
Pero siempre he creído también que cuando lo que amamos nos presenta tantos retos, es porque la satisfacción que vamos a recibir a cambio va a ser inmensa, inexplicable.
¿Sabes cómo lo compruebo?
Porque cada que escribo recibo comentarios muy bonito de los lectores, que me llenan el corazón.
Aquello me asegura que estoy tomando la decisión correcta.
No puedo asegurarte mi éxito en este momento, ni puedo darte un consejo concreto.
Lo que puedo decirte es que cuando creas que estés haciendo lo correcto, porque eso te da paz, felicidad y satisfacción, continúa haciéndolo, no te detengas. Usa el miedo como herramienta para continuar, si la sociedad está en contra sin fundamentos, haz exactamente lo contrario a lo que te dicen, es tu sueño, lo que a ti te hace feliz.
Y una vez que arrancas, no hagas paradas.
Por lo menos eso puedo decirte que haré ahorita.
Si ya tomé esta decisión, lo haré bien.  Usaré todas las oportunidades y herramientas que se me presenten para ir construyendo mi sueño.
Y sé que cada reto que se me presente, cuando lo supere me habrá dejado un gran regalo que es fortaleza y crecer como persona.
Te prometo sé que habrá momentos en los que estaré dudando de mi decisión, pero es parte de abrazar tu vocación.
Te juro, aunque resulte difícil de creer, me siento afortunada de que a mi corta edad he descubierto o que quiero hacer el resto de mi vida, que me garantiza felicidad.
Si aún no lo encuentras, no te preocupes, eso te llega en un momento, y a veces también debes de indagar un poco.
No hay mejor regalo para el alma, encontrar la satisfacción plena y personal.
Ya que para eso estamos aquí, para encontrar nuestro propósito en el mundo.
Cada quién tiene su propósito aquí y todos son igual de valiosos.
El problema es cuando la gente no quiere encontrarlo, no se da cuenta de que implica muchísimos retos y decide irse hacia atrás.
Me he hecho una promesa con mi vocación, aportarte algo a ti y a los demás en este camino, un regalo tan grande y tan satisfactorio no debe de quedarse en uno, debe de compartirse con los demás. Por eso nació este blog, para aportar algo de mí (que creo que es benéfico) a los demás.
Habrá personas que lo rechacen, y otras que lo reciban. Pero lo importante aquí es la intención transparente que sale del corazón.
Hoy me despido, pero me despido también con una sonrisa.
Porque todo lo que me dejó el ser porrista se queda dentro de mí, y lo usaré para mi nuevo camino.
Me quedo con todas las satisfacciones, con todos las sonrisas, con la gente tan valiosa que me topé, me quedo con la mejor etapa de mi vida dentro de mí. También me despido agradecida por todas las personas que me ayudaron a superarme en ese ámbito. Me despido con amor al que siempre va a ser mi deporte, al que fue mi identidad tantos años, con amor a quien me dio un nombre, una identificación, pasión.
Simplemente eso, me despido con amor.
En cuanto a mi identidad, no puedo decirme escritora aún, me queda un largo y dificilísimo camino.
Pero puedo decirte que he dejado de ser “la porrista” para ser “la que persigue su sueño.”
Y hoy, un 14 de Noviembre cierro un círculo entre lágrimas, para abrir uno nuevo,  el del resto de mi vida.