Aquel amor perdido:
Me hubiera gustado decirte
cómo me sentía.
Tal vez estarías aquí a mi
lado.
Pero en vez de eso me he
dedicado a pretender que me alegra que te hayas ido.
Recuerdo la última vez que
viví este amor.
Te vi llorar en frente de mí
mientras deseabas que la lluvia se confundiera con tus lágrimas.
Mientras compartíamos el
sentimiento de no habernos amado jamás.
Llegué a mi casa y puse aquel
ramo de rosas en un florero, un florero en la cocina que no volvió a cambiar de
lugar.
Y yo todas las mañanas
mientras tomaba mi café y contemplaba aquellas rosas veía en cada pétalo
aquellas frases que dijimos y dejaron cicatrices permanentes.
Estas cuatro paredes encerrándome
cada vez más.
Siento como no puedo caminar
hacía un lugar fijo, todo el tiempo vagando, sin camino.
Y ya ni siquiera siento la
luz del sol, sólo siento las gotas de lluvia caer encima de mí.
El dolor es real, aunque
nadie lo sepa.
Y estoy llorando por dentro.
Los dos lloramos, fue más que
un adiós.
Y cuando te miraba a los ojos
ninguno de los dos ya estaba ahí.
Un pétalo más que cae.
Y es que no podíamos creer
que había terminado, pero nos conocíamos tan bien que logramos golpearnos en el
punto más débil porque así lo quisimos.
Perdimos el control y había
días en los que nos queríamos de regreso.
Mientras los pétalos de rosas
caían recalcando como este amor se iba marchitando.
Y es que aunque sea difícil de
creer te di todo lo que tenía.
¿Por qué no dije las cosas
que tenía que decir? ¿Por qué dejé que te marcharas?
Sólo confiésame que sigues
siendo mío amor perdido.
Los dos mientras seguimos dando vueltas en una cama que ya se
empapó de lágrimas.
Te extraño, y nadie lo sabe,
sólo yo.
Yo sigo buscando un agujero
de luz en medio de la obscuridad. Pero no hay luz.
Y tú te has convertido en una
sensación que tengo.
No podemos creer que se haya
terminado.
Y todavía tenemos tanto que
decirnos.
Las noches son solas, los
días son tristes, y yo sigo pensando en lo que teníamos, y lloro por dentro y
nadie lo sabe, sólo yo.
Era la forma en la que
parecías mirar directamente a mis ojos.
Los pétalos siguen cayendo.
Y aquel día más obscuro, tú
te negaste a correr conmigo.
Aquel amor por el que tanto
habíamos luchado cada vez se marchitaba más.
Cargo con una sonrisa cuando
estoy divida en dos.
Los dos ya no somos lo mismo
cuando estamos sin el otro.
Y yo con esta sensación que
me oprime el pecho cada que despierto.
Un día decido terminar con esto.
Sin embargo no puedo tirar aquel ramo de flores.
Coloco el florero en un lugar
dónde no pueda verlo más., el agua turbia que alimenta a mis rosas me recuerda cómo nosotros intentábamos alimentar
un amor ya desnutrido. Un amor descuidado, como aquel ramo de flores.
Grito en las noches deseando
que me escuches.
Porque la última vez que nos
vimos, sigue rondando nuestra mente.
Aquel ramo de flores que he
permitido que se marchiten poco a poco.
Sí, mi corazón te llama, y
nadie lo sabe sólo yo.
Y yo intento tragar mi
orgullo, para poder coger el teléfono y marcarte.
Intentando decir que me
arrepiento de aquella noche, de lo que dije, pero no puedo porque me interrumpe
el recuerdo de lo que tú también dijiste.
Sin embargo, todos los días,
vuelvo a aquel día de Enero en el que nos conocimos.
Ni un millón de palabras podría
describir lo que siento.
¿En dónde quedó aquella
libertad de la que tanto hablábamos, cuando siempre estuvimos encadenados a un
sentimiento?
¿Por qué no nos dimos cuenta
cuando nos pertenecíamos?
Y yo, vuelvo a Enero una y
otra vez deseando no haberte respondido aquel primer saludo y haber terminado
sin empezar aun esta historia que tanto nos ha lastimado.
Noches de insomnio, quedándome
despierta, viendo en el techo la escena de nuestra despedida.
Fechas especiales para ambos
que quisimos mejor no recordar.
Olvidamos los meses de
bonitos recuerdos, de risas, de abrazos.
Se disipó el sabor adictivo
que tenían tus labios.
Habernos dado cuenta de
cuánto nos amábamos después de habernos despedido.
Recibir el invierno con miedo
porque ya no había brazos que me cubrieran.
¿Te fallé? ¿Te decepcioné?
Los pétalos de rosas siguen
cayendo.
¿Tendré que sentirme
culpable?
Pero yo ya sabía aquel día de
enero que te conocí que el final ya estaba escrito mucho antes de que empezara.
Quise cegarte y lo logré.
Me sentí con todo el derecho
de tomar lo que ya era mío.
Me robé todos tus
sentimientos antes de que anocheciera.
Y es que confieso que aunque
haya terminado, esto no ha acabado aquí.
Yo sigo aquí, para ti, por si
alguna vez te interesa saberlo.
Tocaste lo más profundo de mi
corazón y encontraste la receta exacta para llenarme el alma.
Entonces es cierto que el
amor es ciego, porque cegamos nuestros corazones con este amor.
Compartimos desde sueños
hasta la cama.
Dime ¿Cómo me deshago de eso?
Nos volvimos adictos a
conocernos, a aprender uno del otro.
Sin embargo, me sigo
despidiendo de ti, mientras los pétalos
van cayendo.
Adiós amigo y amante.
Siempre has sido el único.
Y yo siendo únicamente una soñadora
que desaparece cuando despierto.
No pudiste romper mi espíritu
porque lo que te llevaste fueron mis sueños.
Y si sigues adelante, siempre
ten mi recuerdo...
Recuérdanos como lo que
solíamos ser.
Te vi sonreír, te vi llorar.
Podía observarte dormir por
horas sin cansarme.
Dispuesta a durar un sinfín de
eternidades tomada de tu mano.
Conocía tus miedos, y tú los
míos.
Más pétalos caen.
Y aunque tenemos nuestras
dudas, estamos bien.
Y si algo puedo jurar, es que
te quiero de verdad.
Y que no he podido aprender a
seguir sin ti.
Adiós querido amante.
Sigo entrelazando mi mano con
la tuya, cuando duermo.
Y mientras entre sueños mi
alma llora.
Aquí estoy, escribiéndote esta
carta que no vas a leer.
Después tomaré el ramo de
flores secas y los tiraré.
Los dos, como dos entes
vacios vamos caminando.
Fuiste el único para mí.
Adiós amante mío.
No hay comentarios:
Publicar un comentario