12.12.11

Mejor que no lo digas

Había una vez... en el reino de Prudencia, un maravilloso palacio en el cual habitaba Hathor, un joven y sabio rey.

Vivía en esta espléndida mansión mármol multicolor y de piedras preciosas, junto a su hija Ellyon.

Cuando Ellyon nació, su padre, que siempre se ha caracterizado por adorar a su hija, preocupado porque no le pasara nada, mandó a llamar al hada más poderosa del reino, le pidió que envolviera a su hija en una gran burbuja rosa, lo suficientemente poderosa como para protegerla de que jamás la lastimaran, para que no sufriera ni un rasguño.

Y así fue, la magia de la burbuja era tan poderosa que lograba hacer sentir a Ellyon todo el tiempo feliz, sin preocupaciones, y así la princesa, nunca estuvo expuesta nada.

Y el noble rey nombró a aquella hada como su compañía eterna.

Ellyon era una princesa diferente, de pequeña estatura, tímida, siempre leyendo un libro distinto.

Caminaba por los enormes jardines del palacio dispersa, siempre con mirada perdida, el hada solo la seguía, a veces platicaban.

Su fama era principalmente por lo inteligente que era, porque a pesar de que casi nunca hablaba, cuando decía algo, sacaba a relucir toda la sabiduría que manejaba en su interior.

Pero, como todo cuento de hadas, en las lejanías del reino, en el lugar más árido y tenebroso, en una diminuta casa de paja, habitaba la malvada bruja Luisina.

En realidad, Luisina no deseaba el reino que heredaría Ellyon, ni su belleza, ni su inteligencia, y hasta le resultaba una persona agradable, esta bruja simplemente era malvada y ya.

Y como Ellyon era una inocente princesa feliz, y el rosado de su burbuja le resultaba molesto, Luisina decidió hacer de las suyas.

En aquel día se anunció la llegada de Seth príncipe del reino de Imprudencia, venia de paso por Prudencia y se quedaría solo unos días.

El rey Hathor, le ofreció hospedaje en su palacio.

El príncipe agradeció y se dirigió al cuarto dónde dormiría durante esos días.

Asombrado por los lujos que le ofrecía el palacio decidió explorar aquel majestuoso lugar.

Ellyon se encontraba sentada en una de las bancas que adornaba los enormes jardines, leía uno de sus tantos libros.

De pronto escuchó pasos, despegó la mirada de su amigo, y se percató de la presencia de un desconocido.

Un sujeto con traje morado y negro, cabello negro que combinaba con su atuendo, ojos castaños muy peculiares.

“Hola?” Dijo Ellyon en voz alta.

El príncipe la observó, le llamo la atención la burbuja que la envolvía, se aproximó.

Se presentaron.

“Bienvenido” dijo sonriente Ellyon

El príncipe le devolvió la sonrisa y se dirigió al castillo.

Ellyon sintió por primera vez un cosquilleo en el estomago.

“Es muy apuesto no?” se escucho una voz aguda.

Era la malvada bruja.

“Quien eres?” pregunto la princesa.

“Una nueva amiga” sonrió con malicia la bruja.

Al anochecer la bruja haciéndose pasar por una de las mucamas, llevó café y galletas al cuarto del joven príncipe.

El príncipe las acepto y se tomó el café de un sorbo y las galletas de un solo bocado.

“Come mucho! Fue más fácil de lo que pensé” dijo Luisina satisfecha.

Lo que el príncipe no sabía es que el café que acababa de tomar tenía una pócima que hacía que las palabras de sentimientos le resultaran terroríficas, y las galletas, estaban envenenadas con la pócima de “reprimir los sentimientos” en resumen, el príncipe ya no podía expresar lo que sentía y saldría huyendo al primer movimiento.

Por otro lado Luisina descubrió que podía acabar con la magia de la burbuja rosada si lograba que Ellyon “hablara de más” dejara de ser tan prudente e inteligente.

Al día siguiente la princesa y el príncipe se toparon.

Comenzaron a platicar y en ese momento los dos sintieron una conexión muy extraña.

Ellyon se encontraba en su cuarto acostada, extrañada por lo que había ocurrido.

“Eso que estás sintiendo ahorita, es lo que lees sobre las princesas que se enamoran de los príncipes” dijo Luisina mientras intentaba salir del closet en el que se había escondido, preparando una salida dramática que no funcionó.

“Yo te voy a ayudar a que vivas tu cuento de hadas, confía en mi”

Luisina parecía una persona muy amable y Ellyon confió en ella.

A partir de aquel día Seth y la princesa se encontraron todas las mañanas y podían pasar horas platicando sobre absolutamente todo, se dieron cuenta de que tenían una conexión muy fuerte, y de un momento a otro se volvieron confidentes.

Un día la bruja le dijo a Ellyon que le platicara sobre un novio “clandestino” que la princesa había tenido hace unos años, que eso haría que el príncipe la conociera mejor.

La princesa siguió sus consejos y le platicó, el príncipe por alguna razón se sintió incomodo y se alejo un poco de ella.

La capa de la burbuja se hizo un poco más ligera.

Pero ese no fue un bache para que los 2 jóvenes continuaran platicando y la conexión se volviera cada vez más fuerte.

La princesa se sentía emocionada, sentía que había encontrado un complemento perfecto, lo quería, se querían, se entendían bastante bien.

Luisina, entonces, le aconsejó que hablara sobre los sentimientos que sentía por el que fue su novio, para que así el príncipe se relacionara más con ella.

El príncipe se alejó un poco más, la capa de la burbuja se volvía más delgada.

Ellyon no sabía que ocurría.

Había llegado el día en el que el príncipe tenía que marcharse, sin embargo decidió quedarse unos días más, se sentía muy cómodo con la compañía de Ellyon.

“Sentirá lo mismo por mi? En realidad, qué sentimos?” se preguntaba la pequeña princesa una y otra vez.

“La única forma de descubrirlo, es diciéndole absolutamente todo lo que sientes, todo lo que eres, sin guardarte nada, y así podrás saber que sienten los dos” dijo la horrible bruja con su detestable voz aguda.

Y así lo hizo Ellyon.

En ese momento la burbuja rosa que envolvía a la princesa desapareció junto con la conexión que había entre los dos.

Se había cumplido lo que la bruja había descubierto, Ellyon había hablado de más y había dejado de parecer inteligente a la hora de manejar sus sentimientos, lo que provocó que la burbuja se desintegrara.

El príncipe se marchó ese mismo día.

La horrible bruja de dientes enormes rió victoriosamente y desapareció buscando una nueva víctima.

Y ahí quedo Ellyon, lágrimas inundaron su rostro por primera vez, sentía tristeza por primera vez.

El hada se percató de aquello, no podía devolverle la burbuja, sin embargo le lanzó un noble hechizo, el de aprender de los errores, y un caramelo de la segunda oportunidad.

Y así la joven princesa aprendió una gran lección ese día.

Hay personas que nos hacen sentir una conexión inimaginable, con las que podemos platicar sin problemas de todas las cosas, y es tan fuerte esa conexión y el sentimiento es tan intenso, que queremos apresurar las cosas, queremos que él o ella nos conozca por completo, así sin más nos entregamos con palabras a la otra persona.

Ellyon aprendió que la prudencia está en decir solo lo básico en la plática, y dejar que lo demás la otra persona lo vaya descubriendo con experiencias que vivan juntos, ahí es donde la verdadera magia permanece, el irse descubriendo el uno al otro.

De haber sido así, el hechizo que tenía aquel príncipe ni siquiera se hubiera notado.

Y en cuanto a ser prudentes con los sentimientos, el hada le dijo a la princesa, que el valor del sentimiento se pierde cuando son más las palabras que lo que realmente se demuestra, también le dijo que cuando realmente sientes esa conexión, las palabras sobran, porque los 2 saben con exactitud qué es lo que sienten.

Lamentablemente este cuento de hadas no tuvo un final feliz como todos los demás, sin embargo, Ellyon aun conserva el caramelo de la 2 oportunidad, y ahora, ya sabe que tal vez, en algún momento se vuelva a encontrar con el príncipe, y así poder utilizar su caramelo, y si no regresa, usar ese caramelo con algún otro príncipe que desee hospedarse unos días en aquel maravilloso palacio.
Ellyon ya no tiene la burbuja que la alejaba de la tristeza y del sufrimiento, y ahora está más expuesta que antes, pero también ahora la princesa tiene la capacidad de ver con más claridad que antes, aprendió a saber realmente cuando es “Mejor que no lo digas.”

Y así, vivió, se dejó llevar, y disfrutó, por siempre.

FIN.

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